1. Introducción En esta breve reflexión queremos repasar el estilo allamaniano-consolatino de acercamiento a las personas. Obviamente, no se pretende de agotar aquí la temática, pero sólo de retomar la reflexión, que ya ha comenzado en distintos lugares, pero que merece ser relanzada, ampliada y profundizada. Nos detendremos a considerar brevemente algunas características del estilo educativo del Allamano. 2. El Allamano: una vida como educador El Fundador de los Misioneros y Misioneras de la Consolata pasó prácticamente toda la vida relacionado en el ámbito educativo, tanto a nivel personal como de los demás: como estudiante en formación (1856-177), cómo formador en el seminario (1873-1880), cómo profesor (1882-1884), cómo Director del Internado eclesial por dos años y formador del clero diocesano (1882-1926), pastor o “pedagogo espiritual” (1880-0926), formador inicial y permanente de los misioneros (1901-1926), formador inicial y permanente de las misioneras (1910-1926). En síntesis, una vida en contacto con los problemas, los desafíos y la belleza del trabajo educativo. El Allamano tiene ciertamente algo que decirnos. 3. Los ideales propuestos El Allamano no ha descontado ningún ideal: los ha propuesto siempre, de manera clara e inequivocable. El ideal misionero es para él y para quien por él fue formado el “denominador unificador de toda la formación y de todos los aspectos de la vida” que “invade todo, caracteriza y cualifica: el estudio, los intereses, la lectura, las celebraciones, los ejercicios espirituales”: “Nosotros deberíamos tener por voto de servir la misión incluso a costo de la vida”. No dar por descontado los ideales hoy (ni ayer) puede no ser cosa fácil o inmediata. Sin embargo, la propuesta clara e inequivocable de los ideales/valores no negociables es punto fundamental de la educación, y no solo de la educación solamente vocacional, sino humana y cristiana en general. Basta pensar que cosa puede pasarle a un bebé que se encuentra creciendo con educadores que no saben decirle de manera clara sí o no en base a algún criterio objetivo, sino que se escabullen buscando de consentirlo, de vez en cuando, a los intereses propios o a los intereses del niño, o entre algún compromiso entre los dos. Un terreno educativo de este tipo es propicio a cultivar desequilibrios de personalidad, más que un desarrollo de sí sano y maduro. El Allamano se dirigía a los aspirantes misioneros, en quienes el ideal misionero propuesto asumía los colores y modalidades expresivas adecuadas a quien ya había hecho una elección vocacional precisa. Pero el ideal misionero encierra dentro suyo y expresa de manera particular la semilla del ideal de vocación humana y cristina que puede ser propuesto a todos, sea cual sea la elección de vida que se haya hecho. Se trata de la llamada a salir de uno mismo, a moverse de la propia zona en el cosmo/universo para ampliar la visión, la comprensión, la capacidad de amar y de hacer. Este ideal, me parece, puede y debe ser propuesto también hoy, en cada camino educativo cristiano, sin descontar ninguno. 4. Presencia y ausencia Todo lo dicho nos manda a una característica particular del Allamano, también de sus hijos e hijas en la cercanía a las personas y a los pueblos: la “presencia”. No cualquier presencia, sino una presencia, de hecho, pedagógica, que sabe darse cuenta y respetar los ritmos de crecimiento del otro y sabe “estar” o desaparecer según el estadio en que se encuentra el otro. Una presencia de quien no pretende proponerse como salvador del otro, en el intento de resolver todos los problemas, pero que tampoco lo abandona a sí con la excusa de un malentendido “respeto”. Esto implica un conocimiento suficiente y experimentado del hombre y del aspecto espiritual, que lleva al educador a tener una verdadera capacidad de acercarse y de intimidad, junto al cuidado y la distancia por el espacio del otro. En otras palabras, una cosa es ser cercano, otra es meter la nariz en los asuntos de los demás. Una cosa es “estar” para ayudar al otro cuando tiene necesidad y para aprender de él, otra es tener la necesidad de ser forzadamente de ayuda al otro. Una cosa es ponerse al lado y acompañar, aceptando de ser incluso nosotros buscadores, otra es pretender de sustituir al otro o de tener todas las soluciones a sus preguntas. En el Allamano, este ir y venir entre cercanía y distancia, presencia y ausencia, entre sí y no, se manifiesta también en su trato suave y fuerte, característica a menudo reportada en los testimonios: “Como Fundador y superior nuestro, era inigualable, fuerte y suave al mismo tiempo. Se interesa de todo y de todos: estaba incluso en los detalles, y al mismo tiempo no estaba presente, en absoluto. Dejaba libre la iniciativa de los superiores menores…” “Su trato (aparece) siempre bueno y paterno, pero reservado y contenido” La presencia del Allamano podría ser cualificada, en términos actuales, como “empática”: él poseía la capacidad de sentir con el otro, de interesarse, conmoverse, identificarse con la persona; al mismo tiempo, poseía la capacidad de distanciarse del otro para tomarlo completa y respetuosamente en su totalidad. De esta manera, sabía desafiar sin desanimar, porque su intervención no partía solamente del sentir emocional, sino de un contacto profundo y pleno con lo que había vivido el otro, lo propio y los valores que vive y propone, el todo unificado en la experiencia viva de la relación con Dios que le dilata los horizontes del espíritu, del corazón y de la mente, llevándolo a una siempre más articulada comprensión de lo humano y de lo espiritual, por lo tanto a intervenciones educativas iluminadas y sentidas como un beneficioso desafío a la esperanza. “Cuando corregía tenía mucho tacto y bondad, y al mismo tiempo era fuerte y suave. Decía pocas palabras, pero claras y precisas. Sobre todo, no desanimaba, incluso cuando corregía enérgicamente el defecto” Una misionera cuenta de un hecho que se refiere a la primera guerra mundial, cuando el alimento era poco y el pan racionado: “Dos postulantes, que habían apenas entrado, pasando
La consolación
El consuelo es ante todo una persona: Jesucristo, el consuelo de Dios para la humanidad. Es desde la relación con Jesús, verdadero consuelo, que yo puedo experimentar el consuelo y por lo tanto llevarlo a los demás. Consolada para consolar. CON-SOLAR: de su etimología latina, estar con quien está solo. La consolación es un es un movimiento de acercamiento al otro, que necesita una presencia amiga. Un enfermo, un anciano, una persona que sufre, un pueblo olvidado, indefenso, despreciado. Aquí también está claro que la consolación es una cuestión de relación. Y una relación nunca es teoría, sino que siempre se construye con la presencia, con actitudes, con gestos, con palabras. Es decir: la relación de consolación es posible si yo estoy ahí, estoy presente. El estar es muy importante. Una relación necesita tiempo. Por experiencia puedo decir que mis casi 10 años de presencia, de estar en Vilacaya, hacen posible mi presencia como una presencia de consolación. Por eso, estar con el pueblo yanomami, amenazado por los garimpeiros y por el mismo gobierno, es una presencia de consuelo. En Somalia, la gente decía: «Mientras estén las hermanas, estamos seguros de que Dios no se ha olvidado de nosotros». Lo decían personas musulmanas. La consolación no tiene límites de religión, es un lenguaje, una actitud, una experiencia integral que va más allá de las fronteras humanas. Las hermanas en Somalia estuvieron hasta lo último, hasta el final, hasta el martirio. Y las hermanas repatriadas tras el martirio de la hermana Leonella, siempre han alimentado la esperanza de poder volver a ser consolación para el pueblo somalí. Creo que la hna Marzia, hasta su último suspiro, lo ha deseado ardientemente. El consuelo se compone de gestos concretos, simples y cotidianos: un saludo, un abrazo, una visita, un interesarse por una persona. El consuelo está al alcance de todos, todos los días. Y es precisamente en la vida cotidiana donde nacen y crecen gestos y obras de consolación: entregarse por los hermanos y hermanas encarcelados, caminar juntos con confianza a la montaña para pedir la lluvia tan esperada, compartir el pan del Cielo en la Eucaristía y la mesa como hermanos y hermanas, y se pueden enumerar muchos otros gestos, en un ir creciendo, hasta el don total de sí mismo, diciendo las mismas palabras de Jesús en la cruz: “Perdono, perdono, perdono”. Hemos dicho que el consuelo es Jesús, y mi relación con él genera en mí el consuelo. Un consuelo que no me queda, para satisfacer y apaciguar mi corazón. El consuelo se hace anuncio, en la relación de consolación anuncio a Cristo, verdadero consuelo. Pero, ¿cuál es el contenido de este anuncio? Un Dios que siempre me bendice. Un Dios que me perdona y me ama. Entonces mi ser consolación se concreta en bendecir a mis hermanos y hermanas, en perdonar y amar, y en indicar que la razón de mi ser consolado y consolado surge de la relación con Jesús. Es como plantar un árbol, cuidarlo, regarlo, verlo crecer. Es como salir de la iglesia, ya sea una cabaña, una choza o una construcción medieval, y junto a mis hermanos y hermanas llevar la sonrisa de Dios a cada criatura. Entonces el consuelo se convierte en una luz, quizás pequeña y temblorosa, pero que en la oscuridad de la noche del dolor, tiene una fuerza especial sobre la oscuridad de la desesperación. ¡Esta es nuestra misión! Estamos seguros de que este es el camino, porque tenemos a nuestra Madre María, consolada y consoladora, que nos precede y nos indica el camino. Hna Stefania, mc
Mientras hacía de párroco he sido tía 126 veces
Aventuras extraordinarias (pero no tanto) de una Hermana Misionera de la Consolata en Alabama.
Oración a San José Allamano
Oh Dios, fuente de todo bien, Te damos gracias por haber dado a la Iglesia y al mundo a san José Allamano, que solícito en el servicio de tu pueblo se entregó enteramente con humildad y sabiduría como Rector del Santuario de la Virgen Consolata y se convirtió en padre y guía de familias consagradas a la Misión, para que, en nombre de la Virgen María, dieran testimonio en todas partes de Jesús, el Salvador. Te pedimos que siguiendo su ejemplo de santidad cotidiana colaboremos también nosotros en el anuncio del Evangelio, para que todos tengan plenitud de vida y concédenos, Señor, lo que te pedimos por su intercesión. Amén.
EL MILAGRO DE SORINO
El milagro se refiere a la curación de Sorino Yanomami, que fue atacado y gravemente herido por un jaguar en la selva amazónica brasileña el 7 de febrero de 1996. Sorino recuperó completamente la salud gracias a la intercesión del Beato José Allamano. DESCRIPCIÓN DEL ACONTECIMIENTO Sorino Yanomami es un indígena Yanomami, nacido en la comunidad de Maimasik (Roraima-Brasil), presumiblemente en 1955 (no consta el día ni el mes). Reside en la comunidad de Yaropi (en la región media del río Catrimani) y está casado con Helena Yanomami, pero sin hijos. El entorno de su comunidad es la inmensa selva amazónica, de la que, como los demás miembros de su pueblo, puede obtener lo esencial para vivir, mediante la recolección, la caza, la pesca y el cultivo de grandes huertos. Su maloca (nombre de origen Tupí que indica una vivienda indígena y ha entrado en el vocabulario del portugués brasileño) está, hasta hoy, cerca de una «comunidad misionera de la Consolata», presente allí desde 1965 y formada por religiosos (padres y hermanos coadjutores) y religiosas misioneras. El superior de entonces, Guglielmo Damioli, recuerda así a Sorino: «A lo largo de los años, ya casado, con su grupo familiar, Sorino había venido a construir su maloca al principio de la pista de la misión. Aparecía con frecuencia en la misión, siempre acompañado de su joven novia. Un hombre corriente, sencillo, con una sonrisa perpetua en el rostro. Buen cazador, en el bosque, en la frágil canoa, trabajador duro en la plantación para contribuir al grupo y mantener a su familia». En pleno corazón de la selva, aquella mañana del 7 de febrero de 1996, Sorino Yanomami fue atacado por una hembra de jaguar. Gugliemo Damioli relata: «El jaguar, como de costumbre, atacó a Sorino por sorpresa, por detrás. De un zarpazo, le fracturó el cráneo. En el suelo, los nativos encontraron trozos de hueso y parte de la masa encefálica. A pesar de la extrema gravedad de sus heridas, Sorino no perdió el conocimiento; consiguió liberarse, levantarse y utilizar su arco como lanza para mantener al jaguar a distancia mientras gritaba pidiendo ayuda. En pocos minutos, con los gritos y la llegada de los nativos armados con arcos y flechas, el jaguar escapó». El cuñado de Sorino, B. (no diremos su nombre, por respeto a las costumbres Yanomami, que ya no pronuncian el nombre de una persona que ya está muerta), corrió al pequeño dispensario de la misión en busca de ayuda, y la enfermera titular, la hermana Felicita Muthoni, misionera keniana de la Consolata, acudió rápidamente al lugar del accidente para darse cuenta de la situación y prestar los primeros auxilios. Así, la monja recuerda esos primeros momentos: «Vi a Sorino en el suelo, en un baño de sangre y me quedé petrificada, helada, temblando y sin saber qué hacer. Llamé a su madre y le pedí agua. En seguida me di cuenta de la gravedad de su situación: había arena y suciedad en la herida, parte del cuero cabelludo estaba desprendido, sangraba mucho y se le había salido parte del cerebro. Le introduje el cerebro y cogí el cuero cabelludo y lo volví a poner en su sitio. Él seguía sangrando; estaba vivo, pero no hablaba. Como no había traído nada, cogí lo único que tenía, la camiseta que llevaba puesta: me la quité y la envolví alrededor de la cabeza de Sorino, para presionarla mejor y detener un poco la hemorragia. Luego envié a alguien a buscar el Toyota de la misión. Con doña Creuza, nuestra ayudante, lo pusimos en una hamaca y lo colocamos en el Toyota que había llegado mientras tanto con el hermano Antonio Costardi que también estaba en la misión. Me senté con él en la parte de atrás, sujetándole la cabeza, y nos dirigimos al pequeño dispensario que tenía la misión». La hermana Felicita relata: «Le miré las manos, pero las venas ya no eran visibles. Tenía un poco de plasma y se lo puse en un pie y, en el otro, un goteo de glucosa con un analgésico fuerte». Dada la situación de extrema gravedad la hermana Felicita pide que Sorino sea trasladado al hospital de Boa Vista, capital del estado de Roraima. Consigue ponerse en contacto con la CCPY (Comisión Pro Yanomami) y le aseguran una plaza en el pequeño avión que atiende a la vasta zona indígena, aunque tendrá que esperar un tiempo porque hay numerosas peticiones de ayuda. Hay una dificultad inesperada: los compañeros de Sorino se oponen a la propuesta de trasladarlo a Boa Vista. Como es habitual en la retórica que acompaña a las situaciones de tensión y preocupación, llegan incluso a proferir amenazas; para ellos, es inconcebible que un Yanomami pueda morir fuera de su aldea, sin el acompañamiento de familiares y de un chamán. El espíritu de Sorino estaba listo para emprender su viaje. Gritaron: «¡No! ¡Sorino se quedará aquí! El chamán ya ha dicho que, cuando se ponga el sol, entrará en la casa de los espíritus y subirá a lo alto». Al final, ceden a la petición de Sor Felicita, pero con una terrible amenaza: si su camarada muere en la ciudad, lejos de la selva y entre los blancos, matarán, con sus flechas, a los misioneros presentes en Catrimani. Mientras esperan la llegada del avión, un joven trae una hoja de plátano enrollada, con un fragmento de hueso de la cabeza de Sorino en su interior encontrado en el lugar del accidente, y formula su «diagnóstico»: «Vimos bien cuando llegó Sorino. Vimos el cerebro, vimos el hueso, lo sacamos y lo enrollamos, y luego hablamos con los xapuri, los espíritus del bosque: ¡Sorino no puede vivir, porque el cerebro está afuera!» Hacia las dos de la tarde, con la llegada del avión, Sorino fue embarcado, acompañado por el tuxaua (jefe de la aldea) C. Tras cerca de una hora de vuelo, en el aeropuerto de Boa Vista, fue recibido por la hermana Rosa Aurea y la hermana Lisadele, que lo llevaron
¡EN LA DANZA DE KAZAJISTÁN!
Entre los muchos sueños que he tenido, mi gran sueño era el de ser misionera y tender la mano para ayudar a alguna persona desconocida que viviese lejos de los míos. Esto fue una fantasía para mí, después de haber terminado mis estudios con tanto entusiasmo, como una forma de agradecer al Señor. Hoy estoy sentada aquí, disfrutando y contemplando las maravillas del Señor en un país muy lejano, con gente que nunca he conocido en mi vida, con un nuevo idioma, una nueva cultura, una nueva comida y un nuevo clima. Con mucha alegría grito en silencio para decir gracias a Dios!!!! Cuando soñaba no me parecía verdad que esto fuera posible, me parecía una broma, pero hoy quisiera decir que los buenos sueños se hacen realidad. El Papa Francisco hablando a los jóvenes, siempre repetía: «¡no tengáis miedo de soñar!» Esto siempre me ha dado un empujón para continuar soñando en un futuro mejor, en un mundo donde se vive en paz, en un mundo nuevo donde reinan la justicia y la caridad. El 23 de septiembre de 2021, después de una larga espera de documentos debido al Covid-19, partí de Italia para la misión en Asia, Kazajstán, donde el Señor me ha indicado. Inicialmente, mi destinación era Kirguistán, pero luego mi estrella me ha indicado Kazajstán. Esto me hizo recordar mi canción favorita, la que he cantado tantas veces durante mi espera y que me daba nueva energía, «Cuando el Amor llama síguelo siempre, cuando les habla créele aunque cambie todos tus sueños…» sin saberlo, Dios me preparaba también con el significado de este canto, de manera que cuando he sentido que debía cambiar de misión, me ha venido a la mente con mucha claridad. En el viaje estuve tan feliz, sentí una alegría tan grande que no puedo explicar. Esta vez viajaba sola, sin saber a dónde iba, pero me sentí acompañada con las oraciones de mis hermanas, de mi familia y de mis amigos. El viaje fue largo, hice escala en Alemania, donde me enteré que ese día no había vuelo a Kazajstán y tuve que esperar dos días más. Estos dos días en Alemania han sido como un mes para mí, con tantas ganas que tenía de llegar! Me preguntaba, ¿adónde estoy yendo a hacer qué cosa? Me sentí purificada y llamada a tener claro el sentido de mi viaje.. El 26 del mismo mes, a las 2:30 hs. de la mañana llegué a Kazajstán. Con gran alegría nos hemos encontrado con mis hermanas y el padre que habían venido a buscarme. Todo mi cansancio desapareció al ver que finalmente mis pies pisaban en la tierra prometida!!! Recibí una cálida bienvenida tanto en la comunidad como en la iglesia y también de los vecinos. Inmediatamente me sentí en casa. Me sorprendió el recibir regalos hechos a mano por una de las abuelas que vive cerca, ella los había hecho y traído a la comunidad sin ni siquiera conocerme. La generosidad de la gente es muy sentida. Cada tanto las familias nos traen comida preparada por ellos, la sopa que es un plato muy apreciado, o también nos invitan al almuerzo o a la cenar. El canto del gallo, el rebuzno del asno y el relincho de los caballos de los vecinos nos despiertan y nos llevan a alabar a Dios por el nuevo día y a la orar por este país. Vivimos en un pueblo llamado Janashar cuyos habitantes son en su mayoría musulmanes. Después de una semana, comencé las clases de lengua rusa uno de los idiomas oficiales de Kazajistán. Dos días por la semana voy a la escuela en Almaty, el pueblo más cercano. Mi ida a la escuela me ha dado la oportunidad de conocer a la gente, escuchar el idioma y el lenguaje y también de aprender los caminos de la ciudad. Me conmueve la generosidad y la apertura de la gente en la calle y también en el transporte público. Los pequeños gestos de cercanía y caridad que siempre me han hablado al corazón. La gente vive una vida sencilla y muy acogedora, y está interesada y curiosa, quiere saber de dónde venimos y qué hacemos en Kazajstán. En Kazajstán hay muy pocas personas de África o de color. Mientras camino por el pueblo, todos quieren saludar, hacer una pregunta y muchos piden tomar una foto. El matrimonio es muy valorado, por eso la primera pregunta que me hacen es si estoy casada y cuántos hijos tengo. Son muy pacientes y yo trato de explicarles mi elección de vida de una manera que puedan entender. Sus preguntas siempre me hacen reflexionar y cultivar mi relación con Dios que me llamó y me envió a este pueblo. La primera impresión que tuve fue la de las iglesias casi vacías. Pocas familias vienen a la misa dominical. En alguna viene un matrimonio con su hija. También siento la gracia de estar en un país donde los católicos son una pequeña minoría, solo el 1% de los 17 millones de habitantes de Kazajistán. Es precisamente en esta realidad que la Consolata me llama a dar mi vida ya expresar nuestro Carisma, a estar presente entre los no cristianos, compartiendo el don de la fe con la vida antes que con las palabras. Doy gracias al Señor por nuestras primeras hermanas en Kenia, en Nyeri de donde provengo. Este agradecimiento se repite de una manera nueva en mi vida. Siempre me ha dado tanta alegría leer la historia de las primeras misioneras, su cansancio con mi idioma, el kikuyu, con comidas tan diferentes, con un clima distinto…. pero al final está la alegría de la semilla que brota y que da fruto, uno de esos frutos soy yo. Estoy muy agradecida a Dios y con mi familia Misionera de la Consolata por esta gran responsabilidad y confianza en mí, y de ser como un documento de identidad para presentar a Cristo, también por entrar en la danza de Kazajstán con el ritmo
Treinta años de la Iglesia en Mongolia
El 10 de julio de 2022, en la Catedral de los Santos Pedro y Pablo, en Ulaanbaatar, una solemne celebración eucarística recordó la llegada de los tres primeros misioneros católicos al país, pertenecientes a la Congregación de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María (CICM) , que tuvo lugar exactamente en este día en 1992. La celebración, presidida por Mons. Giorgio Marengo, prefecto apostólico de Ulaanbaatar, creado cardenal por el Papa Francisco el pasado 27 de agosto, contó con la participación del Nuncio Apostólico, arzobispo Alfred Xuereb, del rev. p. Gilbert Sales, CICM, uno de los miembros del primer grupo de misioneros, y de superiores y miembros de los consejos generales de las congregaciones religiosas presentes en Mongolia, junto a una nutrida asamblea de fieles provenientes de las diversas parroquias esparcidas por el territorio y una buen número de representantes de las autoridades civiles y religiosas, incluido el cuerpo diplomático. También estuvieron presentes delegados de otras tradiciones religiosas, incluidos representantes del budismo mongol (monjes de los dos monasterios más grandes de Ulaanbaatar), el Patriarcado ortodoxo de Moscú, de la Unión de Chamanes Mongoles, la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones) , de la Sociedad Bíblica de Mongolia y los Adventistas del Séptimo Día. La celebración del 10 de julio no fue el único momento conmemorativo de este significativo aniversario. El 4 de abril pasado se se conmemoraron los 30 años de las relaciones diplomáticas entre Mongolia y la Santa Sede, reviviendo los lazos históricos del pueblo mongol con el cristianismo, a partir del importante intercambio de mensajes de los misioneros de las Iglesias Orientales con las autoridades del imperio mongol. en el siglo XIII. A esta ceremonia asistieron representantes del Ministerio de Relaciones Exteriores de Mongolia, miembros del cuerpo diplomático, misioneros y misioneras. En el mes de junio, la Iglesia de Mongolia organizó una Semana Pastoral en la que toda la comunidad católica se sintió involucrada para reflexionar, compartir y opinar sobre cómo la Iglesia puede seguir anunciando el Evangelio en este país. Ha sido un momento de gran comunión y un “ensayo general” de sinodalidad, según lo que el Papa sugiere en este tiempo de preparación para el Sínodo del próximo año. En diciembre quisiéramos concluir las celebraciones de este importante aniversario con un momento de oración mariana, durante el cual, está prevista en la Catedral de Ulaanbaatar la entronización de una estatua de la Virgen encontrada en el vertedero de la ciudad de Darkhan. El descubrimiento tuvo lugar gracias a una mujer local, llamada Tsetsegee, que estaba hurgando en un cúmulo de basura recién descargada de un camión, en busca de algo para comer. Tan pronto como vio la estatua, la mujer la tomó consigo y la llevó a su casa, exclamando: «¡Esta hermosa señora quería venir a mí!». Conociendo la historia, el prefecto apostólico de Ulaanbaatar la leyó como un signo de la predilección de la Virgen María por el pueblo de Mongolia, precisamente en el año en que la Iglesia celebra sus primeros treinta años de presencia en el país; por este motivo, quisiera encomendar públicamente Mongolia a la protección de María, que ha elegido manifestarse de manera tan original y marginal, entre los últimos de la historia, para infundires coraje, esperanza y nuevo impulso a la evangelización. Para la Iglesia católica en Mongolia, que cuenta con unos 1400 fieles, casi 60 misioneros y misioneras de todo el mundo, 2 sacerdotes locales y 9 parroquias, celebrar 30 años de presencia significa ofrecer una gran alabanza de gratitud a Dios y a su Santísima Madre por la vida y la fe de tantas personas a través de las cuales la semilla del Evangelio ha sido plantada y esparcida en la tierra del cielo azul. Chamyngerel, responsable del Centro Pastoral de Ulaanbaatar, escribe: «Quisiera comparar la celebración del 30 aniversario con un corazón que late de alegría. Todas las iniciativas que se han vivido y la preparación de las diversas celebraciones nos han unido como fieles, como amigos en el servicio de nuestra Iglesia. Esto nos da la fuerza para seguir como un corazón que late decidido para hacer vivir a todo el cuerpo». Como Misioneras de la Consolata estamos felices de participar personalmente en el camino de esta joven Iglesia: nos sentimos en plena sintonía con nuestro carisma, que es precisamente el de ponernos a disposición del Señor para que su Evangelio sea conocido allá donde la Iglesia todavía no está presente o está en la etapa inicial. Estamos agradecidos por esto mientras renovamos con alegría nuestro compromiso con la evangelización aquí en Mongolia y dondequiera que estemos presentes. H.na Lucia Bortolomasi, mc