Entre los muchos sueños que he tenido, mi gran sueño era el de ser misionera y tender la mano para ayudar a alguna persona desconocida que viviese lejos de los míos. Esto fue una fantasía para mí, después de haber terminado mis estudios con tanto entusiasmo, como una forma de agradecer al Señor. Hoy estoy sentada aquí, disfrutando y contemplando las maravillas del Señor en un país muy lejano, con gente que nunca he conocido en mi vida, con un nuevo idioma, una nueva cultura, una nueva comida y un nuevo clima. Con mucha alegría grito en silencio para decir gracias a Dios!!!!
Cuando soñaba no me parecía verdad que esto fuera posible, me parecía una broma, pero hoy quisiera decir que los buenos sueños se hacen realidad. El Papa Francisco hablando a los jóvenes, siempre repetía: «¡no tengáis miedo de soñar!» Esto siempre me ha dado un empujón para continuar soñando en un futuro mejor, en un mundo donde se vive en paz, en un mundo nuevo donde reinan la justicia y la caridad.
El 23 de septiembre de 2021, después de una larga espera de documentos debido al Covid-19, partí de Italia para la misión en Asia, Kazajstán, donde el Señor me ha indicado. Inicialmente, mi destinación era Kirguistán, pero luego mi estrella me ha indicado Kazajstán. Esto me hizo recordar mi canción favorita, la que he cantado tantas veces durante mi espera y que me daba nueva energía, «Cuando el Amor llama síguelo siempre, cuando les habla créele aunque cambie todos tus sueños…» sin saberlo, Dios me preparaba también con el significado de este canto, de manera que cuando he sentido que debía cambiar de misión, me ha venido a la mente con mucha claridad.
En el viaje estuve tan feliz, sentí una alegría tan grande que no puedo explicar.
Esta vez viajaba sola, sin saber a dónde iba, pero me sentí acompañada con las oraciones de mis hermanas, de mi familia y de mis amigos. El viaje fue largo, hice escala en Alemania, donde me enteré que ese día no había vuelo a Kazajstán y tuve que esperar dos días más. Estos dos días en Alemania han sido como un mes para mí, con tantas ganas que tenía de llegar! Me preguntaba, ¿adónde estoy yendo a hacer qué cosa? Me sentí purificada y llamada a tener claro el sentido de mi viaje..
El 26 del mismo mes, a las 2:30 hs. de la mañana llegué a Kazajstán. Con gran alegría nos hemos encontrado con mis hermanas y el padre que habían venido a buscarme. Todo mi cansancio desapareció al ver que finalmente mis pies pisaban en la tierra prometida!!!
Recibí una cálida bienvenida tanto en la comunidad como en la iglesia y también de los vecinos. Inmediatamente me sentí en casa. Me sorprendió el recibir regalos hechos a mano por una de las abuelas que vive cerca, ella los había hecho y traído a la comunidad sin ni siquiera conocerme. La generosidad de la gente es muy sentida. Cada tanto las familias nos traen comida preparada por ellos, la sopa que es un plato muy apreciado, o también nos invitan al almuerzo o a la cenar.
El canto del gallo, el rebuzno del asno y el relincho de los caballos de los vecinos nos despiertan y nos llevan a alabar a Dios por el nuevo día y a la orar por este país. Vivimos en un pueblo llamado Janashar cuyos habitantes son en su mayoría musulmanes.
Después de una semana, comencé las clases de lengua rusa
uno de los idiomas oficiales de Kazajistán. Dos días por la semana voy a la escuela en Almaty, el pueblo más cercano. Mi ida a la escuela me ha dado la oportunidad de conocer a la gente, escuchar el idioma y el lenguaje y también de aprender los caminos de la ciudad. Me conmueve la generosidad y la apertura de la gente en la calle y también en el transporte público. Los pequeños gestos de cercanía y caridad que siempre me han hablado al corazón. La gente vive una vida sencilla y muy acogedora, y está interesada y curiosa, quiere saber de dónde venimos y qué hacemos en Kazajstán.
En Kazajstán hay muy pocas personas de África o de color. Mientras camino por el pueblo, todos quieren saludar, hacer una pregunta y muchos piden tomar una foto. El matrimonio es muy valorado, por eso la primera pregunta que me hacen es si estoy casada y cuántos hijos tengo. Son muy pacientes y yo trato de explicarles mi elección de vida de una manera que puedan entender. Sus preguntas siempre me hacen reflexionar y cultivar mi relación con Dios que me llamó y me envió a este pueblo.
La primera impresión que tuve fue la de las iglesias casi vacías.
Pocas familias vienen a la misa dominical. En alguna viene un matrimonio con su hija. También siento la gracia de estar en un país donde los católicos son una pequeña minoría, solo el 1% de los 17 millones de habitantes de Kazajistán. Es precisamente en esta realidad que la Consolata me llama a dar mi vida ya expresar nuestro Carisma, a estar presente entre los no cristianos, compartiendo el don de la fe con la vida antes que con las palabras.
Doy gracias al Señor por nuestras primeras hermanas en Kenia, en Nyeri de donde provengo. Este agradecimiento se repite de una manera nueva en mi vida. Siempre me ha dado tanta alegría leer la historia de las primeras misioneras, su cansancio con mi idioma, el kikuyu, con comidas tan diferentes, con un clima distinto…. pero al final está la alegría de la semilla que brota y que da fruto, uno de esos frutos soy yo.
Estoy muy agradecida a Dios y con mi familia Misionera de la Consolata por esta gran responsabilidad y confianza en mí, y de ser como un documento de identidad para presentar a Cristo, también por entrar en la danza de Kazajstán con el ritmo simple y la presencia gozosa que atraerá a otros a la danza de nuestro Dios.
A las mujeres jóvenes quiero decirles que la vida es bella si la arriesgamos y la donamos con confianza a Aquel que nos creó y lo dejamos actuar. ¡Si danzamos dentro de nosotros mismos como a Él le place! ¡¡¡Juntos hacemos la misión!!!
Hna Hellen Waithera, mc