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EN LA TIERRA SAGRADA DE MONGOLIA, ENTREVISTA A LA HNA. BELARMINA

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Hna. Belarmina, ¿cuál era tu sueño de misión cuando entraste en el Instituto y cómo es ahora, después de tu vida misionera en Mongolia?

Es difícil contestar…Yo no tenía un sueño concreto, pero conocí a las Misioneras de la Consolata que trabajaban en mi Parroquia, Santa Ana de Maimelane. Recuerdo a la Hermana Elizabeth, la Hna. Rita Assunta, la Hna. Florentina, la Hna. Clemencia. Atraía mi atención el ver a estas Hermanas de diferentes nacionalidades que vivían juntas, haciendo el bien a un Pueblo extranjero, quienes, dejando su tierra, sus padres, sus costumbres vinieron a mi Tierra. La Hna. Elizabeth, por ejemplo, era una persona muy inteligente, creativa, que trataba siempre de estar con la gente y hacer todo por el bien de ellos y en nombre de Dios.

Al verlas, nacía en mí el deseo de testimoniar el amor de Dios a la gente y posiblemente, afuera de mi Tierra.

Entré en el Instituto: durante la Formación, poco a poco comprendí el significado de la misión ad gentes. Crecía en mí el deseo de poder vivir la misión fuera del Continente África, así que cuando recibí la destinación para Mongolia, fue una alegría para mí. Ahora nuestro ad gentes está allí, vivir nuestra fe, la consolación con los no cristianos. Sin embargo, al mismo tiempo fue un desafío para mí: ¿cómo puedo vivir mi fe y testimoniar a todos al Dios amor?

Después de dos años dedicados al estudio del idioma y a entrar un poco en la realidad, veo que éstos son desafíos que me ayudan a crecer cada día en mi entrega como Misionera de la Consolata, en mi pequeño ser, para testimoniar mi fe. Además, recibo mucho de la gente, que nos pregunta: “¿Por qué están aquí?” Extranjeras, en un clima extremadamente arduo, con un idioma muy difícil, ¡la pregunta de la gente me lleva a pensar que nuestra presencia allí no es descontada! Esto me desafía a ser testimonio con mi presencia, con mi permanecer y vivir con ellos.

¿Pero esperabas la destinación en Mongolia?

Sinceramente yo estaba disponible para cualquier destinación, Asia… ¡un poco menos! No me esperaba Mongolia, pero me quedé contenta. Yo pensaba de ir en América, con las realidades de Pueblos originarios, puesto que mi formadora había vivido allá, yo tenía esa idea. Sin embargo, estoy contenta de estar en Mongolia.

Cuéntanos una alegría grande que la Misión te dio.

Estos dos años que viví en Mongolia, han sido prácticamente años de estudio del idioma, que me han permitido conocer, visitar y tocar lugares históricos de la cultura mongola. He vivido en una gher, la tienda mongola, por una semana, viviendo como vive un mongol, y ha sido una gran alegría para mí. Asimilar lo que significa ser mongol, pero, sobre todo, comprender sin grandes juicios, cocinar, armar y desarmar una gher, montar a caballo y en un camello…

¿Cómo se han sentido los cristianos de Mongolia, después de la visita de Papa Francisco?

Desde que los cristianos escucharon que Papa Francisco habría visitado Mongolia, ha sido una emoción grande. Non nos lo esperábamos: somos una Iglesia pequeña y muy joven, somos la periferia de la Iglesia, como muchas veces repetimos. Entonces nos preguntábamos: ¿cómo es que el Papa viene a visitar este pequeño rebaño? Su visita ha dado mucho ánimo a los misioneros y sobre todo a los cristianos que se dijeron: “No estamos solos, ¡el Papa piensa en nosotros y nos quiere!”. Nos hemos preparado con mucha alegría y mucho entusiasmo, con la colaboración de todos, ¡pues somos pocos!

Verlo de cerca al papa, para algunos era como una confirmación de la propia fe. Sin embargo, hubo interés también por parte de otras personas para conocer a la Iglesia Católica, distinguiéndola de Iglesias Protestantes que aquí son numerosas.

Ha sido un apoyo en la fe, no solamente a nivel de Mongolia, sino para toda Asia Central; el decir: “Ánimo y adelante” una visita de apoyo y ánimo, el sentirse parte de la Iglesia y que el Papa está presente, junto a las pequeñas realidades de Iglesia presentes en Asia Central.

Te has preparando para la Profesión Perpetua: ¿Qué significa hoy, para Ti, decirle SÍ por siempre a Dios y a la Misión?

Es mi respuesta al llamado que Dios me hace, desde siempre, en diálogo con el Señor que constantemente me acompaña.  Un decirle SÍ, consciente de su llamado y también de la Misión a la cual me llama. Entonces decir Sí es siempre decirle Sí a Dios y a la Misión que me confía. Con esta confianza de entregarme a Él, no soy yo, sola que digo mi Sí, sino que me entrego a Él para que haga de mí según su designio de Amor.

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José Allamano