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Mis primeros pasos en Kazajistán

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Hermana Dorota nos comparte sus primeros meses en Kazajistán, abriendo su corazón y compartiendo su experiencia.

Ha pasado cerca de un año desde que llegue a Kazajistán: mis “primeros pasos” en esta tierra…

Por “deformación profesional”, puedo recordar, que un niño da sus primeros pasos cerca de los 11 meses de vida, o por lo menos, logra ¡quedar de pie! He aquí, que yo me encuentro en la enésima “fase” de los “primeros pasos” hechos en mi vida misionera, ¡lo digo sonriendo! Si cada día hacemos mas o menos 5000 pasos (casi 4 km). ¡yo he hecho ya tantos en Kazajistán!

Aquí tantas cosas “hablan” de mi patria: las personas de descendencia polaca, la comida, algunas tradiciones, incluso ¡los árboles, las flores! Como en el campo, donde crecí, o como en el jardín, cerca de la casa de mi abuelo. Caminando por el pueblo de Zhanashar, al sur del país, encuentro la gente simple, amigable, que saluda por la calle, invita a entrar en sus casas y tomar el té.

Pero lo que corona todo es una vista bellísima de las montañas Altas, que invitan a levantar la mirada hacia el Cielo, alargar el corazón y ¡” cantar la gloria de Dios”!

De todas maneras, me siento pequeña y agradecida en esta grande y misteriosa tierra kazaka, “santificada” por tantas vidas inocentes, entregadas en el tiempo de la deportación: hombres, mujeres, niños de varias nacionalidades. Leí y escuché algunos descendientes de deportados, vi lo que queda del “gulag” al norte del país… ¡Siempre poco, en comparación a la realidad de hoy! ¡Solo el cielo de un azul profundo y la llanura infinita podrían contar los sufrimientos, las desesperaciones, la desolación que se vivió, escondidamente!

Del agotamiento de sus “primeros pasos” que los llevaron a encontrarse exhaustos, hambrientos, abandonados… Tantas personas supieron vivir todo eso, con una fe valiente, que se puede “tocar”. ¡Pensemos solo al milagro del lago con los peces en Oziornoie, donde María viene en ayuda de las personas hambrientas! La llanura bañada de las lagrimas y fe inquebrantable, ¡genera vida!

Estoy convencida, que solo con mucho respeto, y con “pies descalzos” y “en actitud de escucha (…) estamos llamadas a entrar, a encarnarnos entre la gente”, experimentando nuestra pequeñez, viviendo una vida simple, humilde, esencial…

Nuestra presencia de Iglesia es pequeña, pero esta:

Esto me pide, y nos pide aquel “di più (algo más)” que nos indicaba Padre Fundador, José Allamano. Un tiempo más largo de oración, Adoración Eucarística, lectura de la Sagrada Escritura y contemplación… Para sentir el Corazón de Dios y sentir con el Corazón de Dios, aquello que Él está realizando en los corazones de las personas a las que somos enviadas aquí y ahora.

“Me abandono a la fidelidad de Dios”, a Su Amor, incluso si hago solo un paso al día, estoy en paz, siento la alegría. Mi corazón esta abierto a la gracia, que el Señor me ofrece, a Sus bendiciones, ¡incluso en los más pequeños gestos de bondad y amor cotidiano!

Agradezco con todo el corazón, quien nos sostiene fielmente y de distintas maneras, en nuestros “primeros pasos”

Hna. Dorota, mc

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